Reflexiones curiosas, el poder que provoca el cannabis.

El poder de escrutinio que provoca el cannabis, empuje de interés, de análisis, sacrifica temporalmente, en el psiconauta, facultades como la memoria inmediata. Esta capacidad de profundizar en aspectos redescubiertos de la cotidianeidad hace parecer “estúpidos” a estos extasiados testigos de la maravilla omnipresente, usuarios del THC qué, como científico sin microscopio, encuentran universos en cada lugar donde se posa su mirada.

¿No parecerían locos también los físicos empedernidos en querer ver lo invisible? ¿Y esos oculistas obsesionados en saber qué pasa dentro del mismo ojo que está mirando cuando deja de mirar? Algunos argumentan que el cannabis secciona o fragmenta la sociedad ya que se legitiman relaciones por afinidad de consumo formando cuasi grupos o subculturas donde crean su dialecto, sus códigos, sus costumbres dejando fuera al resto de la sociedad.

Pero este juicio tiene poco futuro, está anémico de lógica y carece de locomotora racional, le falta espíritu y se torna infantil cuando vemos que toda la vida de una persona es una cadena intercomunicada de instancias, lecturas del mundo y aprendizaje automático de las circunstancias presentes. Al mismo tiempo se observa que todo club, todo sector social, toda institución forma sub grupos y subculturas constituyentes del total y nunca seccionadores del mismo. Por eso, es menester, identificar donde está la brecha, si son los hedonistas del cannabis que se aíslan y, por gusto propio, se esconden del resto o si se trata de una sociedad intolerante con autoridades y legislaciones “jurásicas” que discriminan al usuario del cáñamo.

Los goces del espíritu. La cuestión del cannabis está estrechamente relacionada al tema del placer, en su acepción más amplia. Sin el riesgo de suposiciones apriorísticas, podemos entender que el ser humano tiene un solo objetivo comprensible: La satisfacción de los deseos.

Ciertamente que este imperativo no se restringe al placer de la carne exclusivamente, ni mucho menos, la sensación de agrado toca fibras muy íntimas en lo hondo del ser que conexiona ya con lo místico y universal. Se descubre este placer de hacer y pensar coherentemente en los grandes héroes del pensamiento, del arte y de la historia. La satisfacción de resolver grandes incógnitas, de encontrar soluciones a conflictos generalizados, de arrancar del Cielo una obra de arte para que, los vivientes humillados en la gravedad del lodo, sepamos brevemente del dulzor del aura divina.
  • Los cannabinoides pueden ser exógenos o endógenos, dependiendo si se producen fuera o dentro del cuerpo. Sabemos que algunas variedades de cáñamo producen el THC mientras que, en el propio organismo humano, la presencia cannábica la enviste una sustancia denominada anandamida (un cannabinoide endógeno) que funciona en el sistema nervioso dando sensaciones placenteras e impregnando todo con un sentimiento de felicidad que es ciertamente deseable y añorado.
Llegando un poco más allá de la bioquímica, tal vez en terrenos ya de la psicología, podríamos decir que los neurotransmisores son interpretadores del mundo y de las circunstancias donde se encuentra envuelto el observador y, en el caso de los cannabinoides, son los encargados de producir la sensación de alegría y satisfacción. Los apetitos que la planta reproduce, como eco de su compuesto psicoactivo y su respaldo en los receptores de la conciencia, son innumerables y de por sí dignos de reclamar un lugar preferencial en la vida de la mujer y del hombre modernos.
  • Obviando los dones que reparte el cannabis, bien consumido (encontrado el punto sin exceso ni defecto y la sana administración de la sustancia), en materia de satisfacciones físicas y recreativas a los sentidos humanos (disfrute de sabores, del sexo, de los chistes, las veladas, las conversaciones, los espectáculos, el estudio, etc.), el cannabis proporciona una disposición ideal para el aprendizaje del “propio yo”.
Es de ese aprendizaje contemplativo desde donde se han hecho los aportes más sublimes a la humanidad, como corona y cúspide presente de la evolución de las especies, algo que pobremente definimos como la grandeza humana y un poco más cerca, de lo que sería su genuina definición, algunos preferimos llamarla conciencia colectiva aunque parcial.